Migjorn y nosotros

Estaba en el camino, mi camino.

Hace unos días, cuando me llamó Montse, para proponerme participar en este feliz aniversario, me emocioné pues para mi Migjorn es un lugar, un espacio, un tiempo y una forma de vivir que me cambió y me salvó de mi lado oscuro como madre, como mujer y como comadrona. Y que, además, esté escribiendo mientras en mi barriga crece mi hija Violeta, hace de esta carta una excusa para contarle, a ella y a mi hija Ariadna, cómo ha cambiado su madre en estos pocos años.

Yo siempre he querido ser matrona. No tengo un recuerdo de la infancia que no lleve implicado sacar bebés de las barrigas de mis muñecas que sólo parían una vez y por cesárea y después se quedaban destrozadas. Es una cruel metáfora de la realidad que muchos años después me tocó vivir.

El caso es que yo crecí “sabiendo” que sería matrona. Pero la vida da vueltas, y las escuelas de matronas se cerraron durante años. Yo quería ser matrona, pero no enfermera. Complicado. Yo, que soy rebelde y dura de mollera, me negué rotundamente a ser enfermera, y me matriculé de ingeniería. Y pasados unos meses, se reiniciaba la actividad formadora de matronas. De modo que, me bajé del burro ingeniero y me matriculé en la escuela de enfermería. Hice mi carrera con un objetivo: ser matrona.

Las cosas nunca las he tenido fáciles ni me han tocado por casualidad. Entrar en la formación me costó 10 años de presentarme a las oposiciones. Durante ese tiempo trabajé muchos años en cuidados intensivos, en la otra cara de la moneda: la muerte. Aprendí muchas cosas y ahora estoy muy contenta de no haber entrado en la formación antes, pues, muy probablemente, no sería como soy. También hice fisioterapia, y amplié mi punto de vista a otros horizontes.

Cuando por fin conseguí plaza de matrona, el motivo de mi vida profesional, vivía con mi pareja y mi hija de 2 años. Había tenido un parto desastroso que acabó en cesárea, estaba en tratamiento antidepresivo, pero seguía dentro de matrix (del sistema) y no entendía qué me pasaba.

Comenzó mi residencia y mi desastre personal. ¡Tantos años esperando! ¡Tantos llantos, tantos disgustos, tanta esperanza! ¿Qué pasaba? No encontraba mi lugar. Sucedieron entonces dos cosas: conocí a Carmen, una profesora y ahora amiga, y conocí a Michel Odent.

Carmen fue mi “hada madrina”; me dio la oportunidad de creer que había otra forma de ver los partos y los nacimientos. Nos “obligó” a leer “Nacer por cesárea” y empecé a comprender mi herida emocional, y por qué seguía en tratamiento con antidepresivos. Empecé a salir de matrix.

Entonces fuimos a Málaga, a un curso de un tal Michel Odent que venía a casa de una doula (y que era eso?). Conocer a este hombre fue otro revulsivo; todo parece tan lógico cuando lo dice, tan sencillo y, a la vez, tan sumamente distinto a la realidad que vivíamos en el hospital…

Pero salir de matrix y seguir trabajando/formándote dentro del sistema, lo hace aún más difícil. Fueron meses muy duros para mí y para mi familia, que me veía sufrir y luchar en una batalla que parecía no tener esperanza ni final.

Cuando ya estaba a punto de abandonar, puse un mensaje en la lista de epenprofesionales para poder formarme con alguien en partos en casa. Llevaba casi dos años de residencia y aún no había visto un parto realmente normal. Montse me escribió y me invitó a conocer Migjorn. Barcelona queda muy lejos de mi casa. Pero mi pareja me animó mucho. Y durante las vacaciones de navidad, nos fuimos a conocer un sitio “de esos raros”. Y cambió mi vida.

Llegar a Migjorn fue llegar a un mundo que me cautivó y me sacó del agujero. El trato amoroso con el que nos recibieron y fueron explicando todo lo que hacían y la maravilla de poder compartir con aquellas mujeres y sus familias un momento tan íntimo y especial como el nacimiento de un hijo, me hizo comprender que eso sí era lo que yo quería

Y Migjorn y todos sus componentes me enseñaron el arte de guardarme las manos en los bolsillos, a saber esperar, a escuchar, a sentir, a respirar con otra persona. Me enseñaron a quererme y a querer. A dar amor en cada nacimiento sin miedo a “quedar enganchada”. Me demostraron que tocar a las mujeres y abrazarlas o besarlas en un momento determinado, no implica falta de profesionalidad. Me hicieron ver que no es necesario invadir la vagina de una mujer para saber que su dilatación avanza. Pude llorar de emoción sin sentirme ridícula. Y, por encima de todo eso, me dieron fuerzas para acabar la residencia y sentir que estaba en el camino, en mi camino.

Creo que todos los residentes y profesionales de este país necesitan pasar por una experiencia similar para ser conscientes de lo que nos falta en los hospitales; para conocer el verdadero empoderamiento de las mujeres, para ver parir a una mujer como ella quiere, siendo una diosa. Migjorn te da la oportunidad no sólo de ver partos, sino de conocer a las parejas, de tratarlas de forma personalizada tanto en las consultas como en la preparación al parto y nacimiento. Todo esto es muy difícil aprenderlo dentro del sistema sanitario, donde las mujeres van sin apenas información al parto y son atendidas por desconocidos que no son capaces de comprender sus tiempos y su historia.

Por suerte, las cosas están cambiando en la sanidad española. Pero aún queda mucho recorrido.

Migjorn también me dio el empuje que necesitaba para intentar imitarlos. Ahora formo parte de un proyecto donde pretendo atender a las mujeres y sus parejas de la misma forma, o, al menos, parecida. Hebamme surgió muchos años atrás en mi mente intentando unir mis dos profesiones: matrona y fisioterapeuta. Después de conocer Migjorn, se transformó en un lugar pensado por y para las mujeres, desde la pubertad hasta la menopausia. Aún estamos en pañales, pero pasito a pasito se anda el camino.

….Quisiera añadir que Migjorn ha hecho que mi vida con mi pareja sea muy diferente. Nuestra forma de criar a nuestra hija cambió, comenzamos a comprender lo que era realmente la crianza consciente. Ariadna nació de forma agresiva y brusca y he sentido remordimientos por eso durante años. Ahora me estoy perdonando y gestando a mi hija Violeta, que espero que nazca en casa rodeada de amor, tal y como aprendí en Migjorn.

Al poner en marcha mi centro, fui un poco más consciente de la gran dificultad que hay en llegar a las mujeres. Me doy cuenta de que las pocas mujeres que intentan ser más conscientes de su cuerpo y de su maternidad son despreciadas por la sociedad en general. Muchas de ellas, cuando deciden parir en casa, lo ocultan a sus familias y a sus referentes sanitarios.

Y la gran cantidad de dificultades burocráticas con las que te encuentras cuando pretendes montar un proyecto “no convencional”. Te miran con lupa y como si fueras sospechosa de alguna actividad ilícita. Necesitamos que se “normalice” la actividad de cuidar a las mujeres y los bebés, tanto social como políticamente hablando.

Migjorn da cada día una oportunidad de gestar, parir y nacer de forma consciente y humana-mamífera. Yo, humildemente, sólo aspiro a seguir su estela. Ahora www.hebamme.es ya es una realiad.

Gracias Migjorn por enseñarme a buscar.

Choni Gómez

Parir, néixer i créixer